Casita de mi infancia
Elisa Vazquez Delgado
December 2022
En un pueblito llamado Atotonilco el Grande cerca de la ciudad de Pachuca, Hidalgo esta mi casita color verde. Es pequeña y vieja con paredes cuarteadas. Su techo es plano y color blanco. La pintura es tan vieja que el techo blanco, ya se ve amarillo y sus paredes verdes ya estan descoloridas. Dentro de la casa, lo primero que se ve es una cocinita con una estufa y refrigerador color gris. Está el comedor color negro con cuatro sillas, en cada lado de la mesa y las paredes de adentro de la casa son color amarillo. Hay una vitrina color café con tazas y platos de vidrio color blanco. Tienen un diseño de flores en ambos que hacen resaltar la vitrina. Al caminar más adentro se pueden ver dos puertas para las dos habitaciones que hay. En las paredes de la sala, se ven retratos familiares y cruces colgadas. La casa es tan pequeña que no puede encajar toda una sala, así que solo hay un sofá lo suficientemente grande para tres personas. En la sala no hay un televisor, sólo un reloj de madera color café sin pilas que sirve de adorno. En esta casita, yo crecí.
Afuera de la casa es donde tengo la mayoría de las memorias de mi infancia. Recuerdo en la primavera ver el jardín de mi abuela lleno de flores, pasto y mariposas. Al frente de la casa estaba un nogal enorme que hacía que cualquier persona que pasaba admirara este árbol tan enorme. En sus ramas, mi abuelo colgó un columpio que hizo con un lazo y una tablita de madera. Recuerdo pasearme en él y sentirme como si estuviera volando. Sus ramas cantaban una melodía que me hacía sentir paz cada vez que el aire le rosaba. Recuerdo en las noches despertar a mi abuela para que me acompañara al baño que estaba afuera, separado de la casa y pasar debajo del nogal. El aire movía las ramas de este árbol con agresividad y su melodía se escuchaba diez veces más fuerte.
En esta casita, mis abuelos me criaron con mucho amor y me enseñaron lo que es ser humilde. Me demostraron que el lujo más grande que podía tener, era el amor de mi familia. Esta casita me vio crecer y me ofreció todo lo que necesitaba. Fue el primer hogar que me hizo sentir protegida del mundo y lo más importante es que sigue siendo la casita que me espera con sus puertas abiertas no importa el día, para brindarme consuelo.