La niña y su hogar amarillo
Vanessa Varela Islas
December 2022
Todos pensarían que como vivo en San Diego, mi casa estaría ubicada aquí, pero como yo lo miro es que lo que tengo aquí es casa, más no mi hogar. Mi hogar está ubicado a aproximadamente 503 kilómetros en Sonoyta, Sonora. En esa calle de tierra que lleva a una casa amarilla comienza toda mi infancia. Quien diría que el color amarillo de esa vivienda me defininiría. Pues yo llegué a correr dentro de esos 3 cuartos, dentro de esas salas rústicas, esa cocina café, ese comedor de vidrio y dentro ese baño lleno de colores cálidos. Mi hogar tenía piso blanco y estaba pintado con todo tipo de tonos cafés por dentro, pero por fuera era totalmente amarilla. Aún recuerdo lo mucho que nos divertíamos mis hermanos y yo. Mirábamos televisión y jugábamos a las luchitas toda la mañana hasta que llegaba la hora de poder salir. Exactamente a las 5:00 pm era la hora de diversión, pues el sol ya no estaba tan fuerte y el calor se había calmado. Solamente teníamos permiso de jugar a esa hora porque mis padres temían que nos llegara a dar un golpe de calor. Teníamos patio para imaginarnos dos canchas de básquetbol y una de fútbol. Jugábamos a las escondidas, a los “balazos”, a las trais y muchos juegos más. Disfrutamos cada hora del atardecer y corríamos descalzos por todo ese terreno de tierra. Ya estábamos acostumbrados, así que traer calzado no era necesario. Sentir la tierra, las piedras y uno que otro alhuate era parte de la diversión. Pasaron los meses y mi padre nos introdujo a una distracción más, pues nos comenzó a hacer una alberca de esas de aluminio con un templete muy grande. Pasamos de tierra a agua y fue una de las transiciones más divertidas, ya que si nos cansamos de correr descalzos apresurados íbamos a nadar en el agua antes de que se nos acabara el día. Así estuvimos por más de 5 años. No teníamos internet, ni alguna tableta para divertirnos como los niños de hoy en día, pero en realidad nunca lo necesitamos. No tuve los juguetes más caros, pero si tuve una cocinita de juguete y muchas latas que mi madre tiraba después de cocinar. Yo encontraba cualquier deshecho y lo convertía en mi juguete preferido. Ese hogar de color amarillo me brindo muchos recuerdos tan bonitos, de los cuales nunca me olvidaré. Me brindo paz y mucha felicidad, pero comprendí que uno llega a un punto donde tiene que abrir sus alas y volar hacia un mejor futuro. Ahora que estoy aquí en San Diego y que ya no soy una niña, me tomará mucho tiempo para poder convertirlo en mi segundo hogar. Esa niña empolvada gritando de emoción, riéndose de los juegos y disfrutando del tiempo con sus hermanos se quedó a 503 kilómetros de atrás. Es hora de enfrentar los obstáculos reales de la vida, pues ya no soy una niña que corría descalza. Ahora soy una señorita llena de metas y sueños con recuerdos de pequeña. Así es, el amarillo me define ya que ese color estará siempre relacionado a mi infancia, yo ponía un pie fuera de la puerta y miraba ese color amarillo encandilando mi vista y sabía que me esperaba un atardecer lleno de risas y gritos de una niña y sus hermanos.