Una soñadora más
VG
December 2022
Mi nombre es Veronica Garcia, sin embargo me dicen Roni, Verano o Vero. Realmente nunca me ha molestado como me han llamado, de hecho, me siento especial por ello. Nací en Antunez, un pequeño lugar en Michoacán México un ocho de enero de 2002. A pesar de que no crecí ahí, le tengo mucho cariño a ese lugar es por eso que voy seguido. Crecí cerca del mar donde la brisa despeina tu cabello. En Rosarito crecí con mi madre, mi padre y mis dos hermanos. Somos una familia muy unida y me siento muy afortunada de tenernos. Siempre me gusto vivir en Rosarito, conocí a muchas personas que hoy en día considero mi familia. Desde pequeña mis padres me metían a clases extraescolares, como taekwondo, natación, danza, e inglés. Es por eso que de adulta me cuesta no estar ocupada. Cuando cumplí quince años me mudé a San Diego y mi vida cambió mucho desde ese entonces. Hoy puedo decir que los cambios son difíciles, pero de ellos aprendí mucho. Ahora tengo amigos aquí en San Diego. Estoy estudiando una carrera universitaria. Mi meta es ser maestra en una preparatoria, ya que creo que es una de las etapas más importantes de las personas. Yo por ejemplo, conté con el gran apoyo de mi maestra de español que me motivó a ejercer tan bonita profesión.
Durante toda mi infancia escuché a mi padre hablar inglés, sin embargo, con mi madre practicaba más el español. Por motivos de trabajo, mi padre usualmente no estaba en casa. Por esa razón el idioma español siempre ha sido mi favorito y con el que me siento más cómoda al hablarlo y escribirlo. No me molesta hablar inglés, sin embargo, usualmente lo utilizo académicamente. Hablando de entretenimiento, cuando miro películas las veo en inglés a menos que sea comedia mexicana o Shrek, entonces prefiero verla en español. Me siento muy afortunada por ser bilingüe, espero en un futuro me encantaría aprender algún otro idioma.
A pesar de que crecí en la frontera me gusta mucho ir Michoacán, la vida es muy tranquila allá, usualmente voy una vez al año y la disfruto mucho junto a mi familia. Siento que me da energía para seguir persiguiendo mis sueños cuando regrese a San Diego. La familia de mi mamá es de Antunez, son 12 hermanos y para ser sincera me es imposible saber cuántos nietos somos. A pesar de la numerosa familia que somos, somos muy unidos. Por el otro lado, está la familia de mi papá, él solo tiene una hermana y en total somos cinco nietos. Las dos familias son muy diferentes, pero ambas me hacen muy feliz.
Crecer en la frontera y entre mis dos familias me ayudó a conocer dos diferentes culturas y disfrutar mucho de su diversidad. Es decir, mi familia paterna creció y vivió la mayor parte en los Estados Unidos, a pesar de ser mexicanos muchas de nuestras costumbres se han vuelto muy americanizadas. Por ejemplo, en la comida. Por el otro lado, está mi familia materna que como mencioné anteriormente es numerosa. Ellos en su mayoría viven en el sur de México. En mi familia materna en su mayoría todos son charros, de hecho, mi madre fue la reina de los charros en su pueblo. Sin embargo, prefiero observar los hermosos espectáculos que hace mi familia. Siempre creí que ellos esperaban que yo fuera igual que mi madre en ese aspecto, ya que cabe
mencionar que físicamente somos muy parecidas, pero realmente ese arte no me llama la atención para practicarlo.
Mis padres crearon un ambiente diferente al de sus familias. En mi casa comemos comida que mi padre prepara en su mayoría con puré de papa, mientras que también podemos comer comida de mi madre, unas enchiladas estilo Michoacán con adobera y cecina. Mis padres me cuentan que cuando se conocieron tenían muchos choques culturales especialmente a la hora de cocinar. Pero ahora disfrutan mucho de cada platillo.
Mis padres son amantes de los perros y gatos. Desde pequeños nos enseñaron a respetarlos y considerarlos parte de nuestra familia. Cuando era pequeña tuvimos dos, en especial Chocolate y Cariño. Fueron parte de toda mi niñez, dos perros muy nobles y llenos de amor. Cuando fallecieron tomamos la decisión de no tener más mascotas ya que su ausencia dolía mucho. Hasta que al inicio de la pandemia nos dimos una segunda oportunidad, adoptamos a Chompiras y después mi hermano mayor me sorprendió con Chato por mi graduación. Han sido un gran apoyo emocional desde entonces.
Considero que para tener veinte años, he llevado una vida muy tranquila. He pasado cosas muy difíciles de las cuales he aprendido y aun sigo buscando el para qué de ellas. Creo que para poder seguir en la vida tenemos que dejar de buscar el por qué de las cosas y buscar el para qué, es decir ¿Qué es lo que tengo que aprender de esta experiencia? Después de la muerte de mi hermano mayor he estado aprendiendo a disfrutar de los pequeños momentos ya que considero esos son los que jamás se olvidan. Tengo muchos sueños que para cumplirlos los empiezo a convertir en pequeñas metas.
Mi meta más grande es convertirme en una educadora que fomente el respeto y amor. Deseo con todo mi corazón que mis futuros alumnos se sientan cómodos y felices al entrar al salón de clases. Se sientan libres de compartir su culturas, tradiciones y lenguaje que les fue enseñado por sus padres. Por experiencia puedo decir que crear un ambiente así de seguro para los estudiantes, me llevó a amar y admirar la bonita está bonita profesión.